La adolescencia es una etapa de la vida muy importante desde el punto de vista de la salud. Desde que nacemos hasta que llegamos a la edad adulta, nuestro cuerpo sufre una serie de cambios físicos, fisiológicos y psicológicos que requieren de una adecuada alimentación, buenos hábitos y un estilo de vida saludable. La estructura ósea experimenta cambios muy importantes a lo largo de la vida y, por esa razón, los productos lácteos se hacen imprescindibles, ya que, entre otras cosas, ayudan a luchar contra la osteoporosis y a evitar posibles fracturas a edades avanzadas.
Durante la infancia y la adolescencia, los huesos no sólo crecen de forma longitudinal, sino que también es necesario que adquieran consistencia. Esto es lo que se denomina densidad mineral ósea, cuyo máximo nivel se alcanza entre los 20 y los 40 años. Por lo tanto, un consumo adecuado de productos lácteos contribuirá a llegar a la etapa adulta al máximo nivel de masa ósea.
Los minerales que requieren una atención especial a lo largo de la adolescencia son el calcio, el hierro y el zinc, imprescindibles en todo proceso de crecimiento. El consumo diario de un vaso de leche de 200 ml nos ayuda a alcanzar el 19% de los requerimientos diarios durante la adolescencia.
A lo largo de la adolescencia, las proteínas son fundamentales para el buen mantenimiento tanto de los huesos como de la masa muscular y deben aportar entre el 10 y el 15 por ciento de las calorías de la dieta. Las recomendaciones son de 1g/Kg para ambos sexos, entre 11 y 14 años, y de 0,9/Kg para varones y 0,8/Kg para mujeres, entre los 15 y los 18 años.
No cabe ninguna duda de que los productos lácteos son imprescindibles durante la etapa de la adolescencia, siendo aconsejable un consumo de unas 3 o 4 raciones al día.